martes, 18 de noviembre de 2008

karamoja land






Al noreste de Uganda, tras pasar la frontera que separa la región de Teso y Karamoja, existe otro mundo. Las montañas te rodean, el horizonte se expande dibujando paisajes magníficos, el aire agita las hierbas altas de la sabana, los colores lo inundan todo.

Adentrarse en Karamoja es remontarse a los orígenes, a lo más puro y primigenio, a las primeras sociedades pastoralistas, a la esencia del ser humano, olvidada y esparcida en un mundo moderno y globalizado.
La gente en karamoja....algo difícil de describir. Lo primero que te asaltan son los colores. Collares, pulseras, telas, adornos de todo tipo, sobre su cuerpo, sobre su piel, ellos mismos son color, color y vida en estado puro.

Desbordan curiosidad, alegría, frescura. Son como un río cristalino que te hace soñar con el rumor que crea a su paso. Acercarse a ellos, compartir momentos bajo los árboles, cruzar las minúsculas puertas de sus manyattas, aceptar su hospitalidad infinita entre montones de hermosos y salvajes niños, es beber de una fuente inagotable de armonía y celebración de la vida.

Experimenté en Karamoja una sensación de plenitud y dicha que no conocía. Tenía la suerte de contemplar uno de los pueblos menos tocados por occidente, disfrutar de su alegría, apertura y espontaneidad, de sus recónditos lugares, de sus historias y canciones bajo una magnífica luna llena que silueteaba el contorno de las montañas en las cálidas noches de noviembre.

Al llegar el momento de partir, los karamajong no te acompañan a la puerta de sus manyattas, dicen que si lo hacen, el visitante no volverá más. Por eso se despiden poco antes de que te levantes, y tras ese momento, continuan su vida como si ya te hubieses ido.
Quiza tengan razón. En mi caso, las ganas de volver comenzaron en el preciso momento en que abandonaba Karamoja y emprendía el camino de vuelta a Soroti....

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Artesanía



Hay una parte del mundo en la que los objetos cobran vida a partir de materiales desechados, o fácilmente disponibles por cualquiera: madera, barro, cuerdas. Los juguetes de los niños son especialmente increíbles: balones de futbol hechos a base de bolsas de basura, coches de alambre y goma, etc.
La vida de dichos objetos puede extenderse casi hasta el infinito, reparándose y completándose con nuevas piezas una y otra vez, hasta dar lugar a creaciones que poco tienen que ver con la primera, como la camiseta de algunos campesinos, con tantos remiendos que es imposible distinguir que color tenía la original.

Antes de venir a Uganda, llevé a reparar unas sandalias a uno de los pocos zapateros remendones que quedan en Europa. Me dijo que no las podía arreglar, y con una sonrisa socarrona añadió que con lo gastadas que estaban más me valía tirarlas y comprar otras nuevas que gastar dinero y tiempo en ellas.

Una vez en Uganda, con mis sandalias, me dirigí a un zapatero local, que quedó maravillado: ¨Estas sandalias son buenísimas, muy difíciles de encontrar. Puedes repararlas hasta 5 veces más, te durarán muchos años!¨. Me cobró 750 ugandan shilllings (unos 30 centimos de euro), y las reparó en menos de 10 minutos.

Queda confirmada la teoría que ante una misma realidad, la percepción personal es la que determina los tonos y colores de la misma.