viernes, 19 de marzo de 2010

Rwenzori








Rwenzori, o montañas de la luna, como fueron llamadas por las tribus de pigmeos que las habitaban. Las nubes cubren casi todo el año las zonas altas, dejando sólo en contadas ocasiones vislumbrar sus cumbres, de más de 5.000 metros, y creando un reflejo plateado que recuerda la luz de la luna....No extraña que las llamaran así, sólo la existencia de nieves perpetuas en un lugar tan próximo al ecuador (0º23´) es simplemente algo mágico.
Declarado patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1991, y ocupado por milicias rebeldes de 1997 al 2001, este parque de casi 1.000 km2 (el 70% supera los 2.500 metros de altitud), sirve de impresionante frontera natural entre Uganda y Congo, y es uno de los lugares más bellos de África.
Se pueden recorrer, al ir ascendiendo, cinco zonas botánicas diferentes. Las especies, muchas de ellas endémicas, van cambiando en cada una de las zonas: lobelias gigantes, cientos de mariposas, turracos, monos azules, chimpancés, antilopes duiker, e incluso manadas de elefantes, que dejan verdaderos túneles de vegetación devastada a su paso de un valle a otro...
Caminar por Rwenzori, es como introducirse en una cápsula de biodiversidad, donde nada ha sido alterado aún por el devastador ¨progreso¨, y ser privilegiado testigo de un viaje en el tiempo donde el mundo era un paraíso fecundo e inagotable.
Los lugareños, de poca altura y rostros ovalados, descendientes de pigmeos y bantúes, te acogen con alegría y generosidad en sus pequeñas casas de barro que literalmente cuelgan de precipicios. Los guardas, como casi siempre en Africa, locuaces y didácticos, parecen querer contarte en una sola jornada todo el saber que han acumulado en años de trabajo. El arma, siempre te aclaran, solo es para disparar al aire en caso de que algún animal peligroso se acerque, conocen bien las sensibilidades occidentales...
Abandonamos Rwenzori con la sensación de paraíso perdido. Mientras nos íbamos alejando, y la temperatura iba subiendo poco a poco, siluetas de lobelias gigantes y cantos de pájaros multicolor resonaban todavía en mi interior.