miércoles, 18 de noviembre de 2009

Matatus tanzanos





Creía haber vivido todo lo imaginable en un matatu (o taxi colectivo) en el este de Africa, en el momento en el que me aproximaba a uno en la pequeña localidad tanzana de Karatu, con la intención de viajar hasta Arusha, a 200 kilometros de allí.

Tras la habitual espera hasta que éste se llenara, y los pasajeros ya sentados, apretados unos contra otros, llenos de bultos, el conductor arrancó a tronpicones en lo que parecía un fallo del motor. Al poco, los ocupantes se dieron cuenta de que era el "conductor" y no el vehículo el que fallaba, y comenzaron a lanzar improperios en kiswahili al susodicho, -que si acaso tenía el carnet, que donde había aprendido a conducir, en su pueblo, o donde, etc etc, en un crescendo de decibelios hasta que finalmente el coche colapsó en un nube de humo.

Milagrosamente (como suele ser habitual en ese lado del mundo) uno de los pasajeros fue a buscar ayuda y trajo al poco un mecánico, lo que deduje por el mono lleno de grasa que vestía. De inmediato se puso manos a la obra, y con apenas herramientas consiguió poner en marcha el motor.Él mismo, al volante,arrancó el coche.

Una vez conseguido, tras los vitores habituales, los pasajeros comenzaron de nuevo a discutir acaloradamente. Conseguí a duras penas una traducción simultánea de la chica que estaba a mi lado. Me contó que los pasajeros habían decidido, que fuese el "mecánico" y no el "conductor" el que nos llevase a nuestro destino, a 200 kms del lugar donde nos encontrábamos.
Ante mi sorpresa, el mecánico aceptó encantado, e inmediatamente se puso en marcha. El "conductor", que estaba fuera del vehículo, echó a correr intentando desesperadamente entrar en él, mientras los pasajeros que ocupaban ese lugar al lado de la puerta lo empujaban sin contemplaciones, vehículo en marcha, hasta conseguir que éste, exhausto, desistiese en su empeño y se quedase vociferando y maldiciendo, entre las nubes de polvo que el matatu levantaba al marcharse.

Ya en marcha, camino a Arusha, el sentido común y la audacia de su acción se imponían entre los pasajeros. Me contaron, más calmados, que ellos habían pagado por un servicio, y claro, tenían derecho a disfrutarlo en condiciones. Que el chaval no supiese conducir no era su problema, tenían cosas urgentes que hacer en Arusha.

A mi vuelta a Soroti, hablando con el administrador ugandés de VSF, éste asintió muy seguro de sí mismo."Claro", me dijo, "Tanzania tiene un pasado socialista. Esa gente conoce sus derechos".